sábado, 14 de julio de 2012

“Guerra y paz”, La No-violencia en León Tolstoi.



Javier Muñoz Salas. Publicado en revista Red Cultural N 14 Mayo-junio 2012. p 92-99

Este 2012 se cumplen doscientos años de la invasión napoleónica a Rusia. Tal acontecimiento, con profundas consecuencias históricas, fue recogido por el gran novelista ruso León Tolstoi en su libro “Guerra y Paz”. Esta reseña es una invitación a explorar lo que puede considerarse una verdadera enciclopedia del alma humana y desde ahí conocer la figura y pensamiento de este notable escritor.

Napoleón en 1805 perdió su oportunidad de derrotar a Inglaterra en Trafalgar y quizás con ello ganar la guerra. De ahí en adelante fijaría la mirada en sus enemigos continentales. Avanzó sin contratiempo frente a Austria y obtuvo su victoria más destacada el 2 de diciembre del mismo año en Austerlitz, derrotando la coalición del imperio ruso y austriaco comandado por sus dos emperadores. El acontecimiento fue tan profundo que cambió el mapa político de Europa. Napoleón después de aquello, se sentía invencible y prácticamente lo fue.   

Siete años más tarde el Imperio Francés alcanzaba su máxima extensión anexionándose al este el Gran Ducado de Varsovia. Con esto Rusia sentía amenazada su integridad, cesando el comercio con la potencia y así dando el argumento para que Napoleón avanzara más allá del rio Niemen directo hacia Moscú, pues los ingleses en el mar ya le incomodaban con el bloqueo comercial.

Las estepas rusas veían avanzar la llamada Gran Armeé, un ejército impresionante, constituido  por 691.500 efectivos (en cuyo apogeo estuvo cerca de los 900 mil), el mayor ejército conocido en Europa hasta entonces. La invasión comenzó el 23 de junio de 1812. Los hombres de Napoléon avanzaron rápido, pues los generales rusos estimaban que el choque frontal implicaría la inmolación de su ejército en vano. Cuando se generó, carrera a Moscú, un combate a campo abierto en Borodinó, resultó ser una de las batallas más brutales de la historia humana, de un carácter aun más trágico que los primeros días del Somme en la Primera Guerra Mundial. Con grandes pérdidas en ambos lados, a los rusos solo les quedaba retirarse de la aniquilación.

Su comandante en jefe Mijaíl Kutuzov ordenaba abandonar Moscú. Napoleón entraba victorioso. Ya dentro de la ciudad el ejército francés encontró nada más que sombras y silencio. Atrapada en la nada, la Gran Armeé vio agravada su situación cuando el adversario decidió incendiar su propia ciudad hasta los cimientos, despojando a los franceses de la posibilidad de protegerse del mayor aliado ruso contra sus enemigos, el invierno. Así comenzaba la desastrosa Gran Retirada de Francia, donde cada paso hacia París diezmaba tantos hombres por el hambre, el frio y las escaramuzas cosacas, que menos de un tercio del ejército logró sobrevivir. Esta catástrofe con el tiempo, generaría un punto de inflexión en el curso general de la guerra contra Napoleón. Prusia y más tarde Austria, le declaran la guerra, comprendiendo que el otrora poderoso ejército es sino un fantasma después de la campaña rusa. Bonaparte será derrotado en 1813 en La Batalla de las Naciones en Leipzig, terminando exiliado en la isla de Elba. Más tarde volvería en los llamados cien días, el breve epílogo de las Guerras napoleónicas y el imperio francés.

La invasión francesa caló hondo en el alma rusa, tanto así que fue llamada la Guerra Patria. El mismo Tchaikovsky la inmortalizaría después en su recordada Obertura 1812 de manera magistral. De aquello, que con el tiempo llevó a la derrota del imperio francés y con importantes consecuencias históricas, este 2012 se cumplen 200 años.

“Guerra y Paz”.

Quizás como pretexto sirva esta remembranza para invitar a leer una de las nóvelas cumbres de la literatura mundial, “Guerra y Paz”. Esta retrata los acontecimientos descritos más arriba, aunque no preso del ruido de cañones, las cargas de caballería o las tácticas militares, aquello que gana rígidas estatuas en honor al llamado heroísmo militar. La obra descansa en cambio en la humanidad de los personajes, aquellos rasgos que están más allá de las diferencias geográficas o de época y nos constituyen verdaderamente y sin monumentos, en los protagonistas del relato. De esta forma, este libro no solo es una invitación a conocer más sobre la historia del siglo XIX, sino un estimulo a descubrirnos a nosotros mismos y desde ahí acercarse al pensamiento de su creador, el novelista ruso León Tolstoi.

Un poco más de seis años de exclusiva dedicación, desde comienzos de 1863 hasta finales de 1869, hicieron de esta novela un largo y conmovedora travesía donde el realismo alcanza una cumbre. Si bien su extensión (más de mil páginas) puede intimidar a cualquiera, podrá ir encontrando en el camino de su lectura el impulso de una inspirada composición, cuyo ritmo tiene la fuerza de la vitalidad humana y la profundidad de su propio misterio, que lo hacen enormemente cercano y de curso tan apasionante.

La novela nos conduce en las experiencias y costumbres de numerosos personajes de la Rusia zarista, donde el hombre más sencillo hasta el emperador Napoléon piensan, sienten y viven los azares propios de la guerra y la paz. De sus páginas brota una visión tremendamente optimista, que es capaz de dar cuenta de la capacidad individual y solo desde ahí colectiva, en superar la amargura de la violencia y la demostración permanente del error del hombre ante la elección del bien y el mal. Estas ideas construyen el mensaje principal de su escrito.


Tolstoi  se centra en la vida de cuatro familias nobles, donde destacan principalmente Natasha Rostova una hermosa y encantadora joven perteneciente a una familia aristócrata pero endeudada, cuyos sentimientos altruistas y puros se vuelcan en una vida de intensa ternura y arrebato tan propio del carácter ruso. Desde el primer encuentro se enamora de Andrei Volkonsy un militar recientemente viudo y descontento con la existencia, por lo que solo vive para perseguir la gloria. Tras ser mortalmente herido en Borodinó sufre una importante transformación espiritual. Pierre Bezukhov es el heredero de una enorme fortuna, acérrimo defensor de las ideas de la modernidad. Sus sentimientos humanitarios y generosos no le permiten encajar en la aristocracia rusa, sufriendo así enormes decepciones con su pensamiento y quienes le rodean. Encontrará la redención en el amor de Natasha, al contrario de Andrei Volkonsky purificado en el horizonte de la muerte.

Otros personajes en cambio, se muestran perversos y envilecidos por su persecución irreflexiva del poder, el dinero, la vanidad o el aprovechamiento del débil. Quizás con ello, Tolstoi nos quiera decir que todos los seres humanos viven en una permanente búsqueda consigo mismo a través del camino de la guerra o la paz, dos formas de entender la existencia. Aquello es posible observarlo en lo cotidiano. Por eso, la Rusia de 1812 no se diferencia mucho a nuestra época: La superficialidad de los grupos acomodados que viven en una total inconsciencia con la realidad; el desaliento de los trabajadores cuyas pesadas cargas parecen cada día más insufribles y asumidas; las intrigas y esfuerzos de los grupos medios para alcanzar puestos más elevados. Los personajes se manifiestan como nosotros, alcanzando un grado de humanidad pocas veces visto en la literatura mundial. Decepción, ira, hipocresía, esperanza, devoción, congoja, miedo, insatisfacción, nos dominan, se entremezclan, se imponen y nos erigen, nos levantan o nos hacen caer.

Lo importante en la obra no solo surge cuando estos personajes conviven, sino cuando reflexionan y es en estos pasajes donde aparecen los elementos que hacen tan cercano a un húsar de caballería en el campo de batalla, una noble rusa presentada en sociedad o un campesino labrando el suelo, con nosotros. Tolstoi constantemente nos entrega una serie de planteamientos espirituales en boca de estas personas que hacen eco a cualquier ciudadano del siglo XXI. “Guerra y paz” fascina porque alude a la esencia humana, comprende los clásicos problemas de todos, llamando así a reflexionar sobre Dios, el mal, el bien, el amor, la muerte, la pobreza y las posibilidades de esperanza ante el infortunio.

La consumación de la historia, que acontece en 1820, es el nacimiento de otra que no podemos sino vislumbrar. Es la transición del período napoleónico al de los decembristas, movimiento social de oficiales del ejército contra la Rusia imperial abrogando por los deseos de adoptar modernizaciones liberales, derechos humanos, gobierno representativo y democracia. Dolores de parto de una época más convulsa que vería su nacimiento después de dos grandes derrotas militares en el siglo XX.

Tolstoi comprende que la historia surge una y otra vez con la fuerza extraordinaria de la Vida. Una crisis no termina sino en un nuevo despertar y en aquel origen lo convulso calma sus ímpetus para crear un nuevo movimiento que perpetúe el Espíritu. Un mundo viejo se conserva al interior de las transformaciones más revolucionarias que conllevan siempre la gran decisión que decide el destino de la historia: Toda crisis es una posibilidad de elección del espíritu humano, bien para su redención o bien para su caída.

La no-violencia en León Tolstoi


En todo ello, la principal reflexión de Tolstoi durante la obra es su marcado carácter antibelicista. Por ejemplo, a quien es considerado uno de los mejores generales de la historia, Napoleón, le sentencia:

“El espíritu y la conciencia de aquel hombre eran sombríos, más penosos que los de los demás actores de aquella obra, y hasta el fin de su vida no pudo comprender el bien, ni la belleza, ni la verdad, ni la significación de aquellas acciones, demasiado contrarias a la verdad y al bien, demasiado alejadas de los sentimientos humanos para poder comprenderlas. No podía renunciar a sus acciones, elogiadas por medio mundo, y por esto tuvo que renunciar a la verdad y al bien, a toda acción humana”. (Cap XXXVIII, Novena parte).

Tolstoi se inspiró para escribir “Guerra y Paz” en su propia experiencia en el campo de batalla. Participó como alférez de artillería luchando junto a su hermano en el Cáucaso, tomando parte en la campaña de Sebastopol en la Guerra de Crimea contra Turquía. Tales horrores penetrarán de forma imborrable en la conciencia del conde volcada a lo largo de toda su obra literaria y como argumento principal de su pensamiento pacifista.

Luego de “Guerra y Paz” escribirá “Ana Karenina”, la historia de un adulterio en la aristocracia rusa y el rechazo santurrón de esta misma, llevando a la protagonista al suicidio. Cuando acabó esta novela en 1877 sufrió una profunda crisis existencial. La sociedad la consideró hipócrita y se lanzó a buscar un sentido de vida con mayor sabiduría. El conde Tolstoi indagó en las iglesias y las escrituras, encontrando una contradicción entre el sermón de la montaña de Jesús y la práctica de las instituciones religiosas. Comentaba “es más fácil escribir diez volúmenes de principios filosóficos que poner en práctica uno solo de sus principios”. Decide crear su propia fe y cultivarla.

Se opuso así a todas las convenciones religiosas y conviertó la no-violencia en la piedra angular de su filosofía de vida.  Desde entonces se refugió en su hogar en Yasnaia Poliana, arrepintiéndose de su pasado lujurioso y soldadesco, rechazando su título nobiliario, su riqueza y su obra anterior. Se consagró de lleno a lo que consideraba el verdadero mensaje de Jesús: el amor y la no resistencia al mal con la violencia. Se volvió vegetariano, fundó una escuela para los campesinos donde él mismo enseñó a partir de la pedagogía libertaria, trabajó junto a ellos en una vida de sencillez y armonía, donde el respeto hacia ellos mismos y los demás era lo realmente importante. Labró el campo, educó en la escuela, se dedicó a zapatero y escribió reflexiones morales en un lenguaje que toda persona pudiera comprender. Este tipo de vida profesó, sin obligar a que su familia lo siguiese.

Dichas ideas las expresó en textos maravillosos como “El reino de Dios está en vosotros” de 1890-1893. En él Tolstoi pretende abordar el mensaje sustancial de Jesús en torno al amor y la no-violencia. Denuncia las instituciones que se creen depositarias del mensaje de la buena nueva, observando que la Iglesia ortodoxa y el cristianismo en general, perpetuán el mal en el mundo quedándose más en el ritual y el dogma, que en el fondo. Las dos grandes instituciones, la Iglesia y el Estado las denuncia, como organizaciones permisivas en la prolongación de la violencia a través de la guerra. Es en el fondo una reflexión moral que tiende a una revolución moral. Este texto influyó enormemente al entonces joven Ghandi que trabajaba en Sudáfrica contra la segregación de la minoría india. Con él que tuvo un interesante intercambio epistolar, donde el joven Mohandas Karamchand se nutrió de sus ideas, generando en base a la ahimsa, la no violencia, su método Satyagraha, el “sistema de lucha, resistencia y desobediencia realizadas de manera sistemática con objetivos ético-políticos y con una dimensión espiritual” que daría la Independencia a la India y posteriormente influiría a Martin Luther King.

También destaca en este periodo “Resurrección”, texto donde critica lo absurdo y dogmático que pueden llegar a ser las instituciones y las leyes. El gobierno, el sistema penitenciario y sobre todo la jerarquía eclesial es criticada por su hipocresía, hecho que le valió la excomunión. A pesar de eso, hoy el museo de Tolstoi en Yasnaia Poliana como menciona Peter T. White para la National Geographic, conserva en su escritorio un pisapapeles de cristal verde de parte de los trabajadores de una fábrica de vidrio en Bryansk, gravado con un mensaje: “Deja que los Fariseos y a los Santos Padres te Excomulguen; El pueblo Ruso siempre te querrá”.

Entre otros escritos de esta época de enorme valor se pueden encontrar cuentos, diarios y sobre todo sus cartas a distintos personajes. Una de las más notables es aquella que escribe el 16 de enero de 1902 al zar Nicolás II. En un tiempo en que ya se empezaban a sentir las convulsiones que luego se desatarían en 1917, un extracto de aquella nos retrata parte del malestar imperante:

“Querido hermano: Este calificativo me parece el más conveniente porque, en esta carta, me dirijo menos al emperador y al hombre que al hermano. Y, además, os escribo casi desde el otro mundo, encontrándome en espera de una muerte muy próxima…
…Por la violencia se puede oprimir al pueblo, pero no dirigirle. En nuestro tiempo el único medio de dirigir al pueblo de una manera efectiva consiste en colocarse a la cabeza del movimiento del pueblo que, buscando el bien, combate el mal, de los que huyen de las tinieblas buscando la luz y de darle los mejores medios para lograr lo que anhela. Y para hallarse en condiciones de hacerlo, ante todo hay que dar al pueblo facilidades para que exprese sus deseos y sus necesidades, y, una vez oídos, satisfacer lo que corresponda, no a las necesidades de una clase, sino a las de la mayoría del pueblo, a las de la masa del pueblo trabajador…”

Tolstoi se convirtió así en un personaje público con una serie de seguidores aplicando sus ideas filosóficas. Los últimos años de su vida estuvo rodeado de ellos, muchos de los cuales como buenos seguidores, se volvieron vehementes dogmáticos. Frecuentes en la casa de Yasnaia Poliana no tardaron en enfrentarse con la devota esposa de Tolstoi, Sofia Behrs. La condesa, 16 años menor que el escritor, era una madre y esposa cariñosa, pero de carácter, con una marcada tendencia como diría Francois Porché a regentar.

Frente al cambio espiritual que debe haber significado el rechazo del mundo por parte de Tolstoi, esta madre se vio afectada por el nuevo comportamiento de su esposo. Sofía intentó asegurar el bienestar económico de la familia, luchando para que el escritor no levantara sus derechos de autor a favor de la humanidad. Se generaron incontables disputas con los tolstoianos, a quienes creía probablemente unos usurpadores sagaces que además de robarle, lo meterían en problemas con la policía secreta. Le llama los oscuros.   

Los conflictos personales entre el escritor y su esposa no se hicieron esperar. Esta trama de problemas llevará a Tolstoi a abandonar su hogar y morir días después de pulmonía en la estación de trenes de Astapovo, ciudad que hoy lleva su nombre, en noviembre de 1910. Esos difíciles momentos están hoy recreados en la película de Michael Hoffman “La últimaestación”(2010) con las notables actuaciones de Helen Mirrer y Christopher Plumber.


En su lecho de muerte, el autor de “Guerra y Paz” conminó a los que lo rodeaban “Hay sobre la tierra millones de hombres que sufren: ¿por qué estáis al cuidado de mí solo?”. De esta forma se apagó una vida que en varias ocasiones fue contradictoria, pero que se situó finalmente en la orilla de los corazones bondadosos, sobrepasando su propia leyenda literaria.

La noticia se esparció por el mundo. Acudieron innumerables personas a los funerales con llantos y gritos como se acostumbra en su patria. Pero todo aquel ruido, terminó en su entierro. Ahí yacen hasta hoy sus restos, cerca de su hacienda de Yasnaia Poliana, a 12 kilómetros de Tula, en un lugar retirado y solitario en medio de la naturaleza. El camino lleva hasta un montículo sobresaliente de hierbas, en medio de árboles que ofrecen su sombra y anidan un sinnúmero de pájaros que libremente trinan al descanso del que yace y el que visita. No existen señales, epitafios, ni cruces. Tolstoi se ha convertido en bosque.


Por ello León Tolstoi tuvo razón, la crisis de la muerte no apaga la vida que continua en la profundidad de aquella diáfana espesura, y tal como en su novela, aquella vida muchas veces convulsa, como una guerra, terminó finalmente en paz y en el origen de su leyenda.

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Para saber más.
Tolstoi León; “La Guerra y Paz”. Se recomienda en Chile especialmente la Edición Andrés Bello, 2001.
Tolstoi León; “El Reino de Dios está en Vosotros”. Kairós, 2010.
Porché Francois; “León Tolstoi. Retrato sicológico”. Losada, 2004.
Wiesenthal, Mauricio; “El Viejo León Tolstoi Un Retrato Literario”. Edhasa, 2010
Parini, Jay; “La Última Estación en la Vida De León Tolstoi”. RBA Libros 2008




Joseph Merrick

"Si yo pudiese alcanzar de polo a polo o abarcar el océano con mis brazos, pediría que se me midiese por mi alma, porque la verdadera medida del hombre es su mente".

Yalala ad-Din Muhammad Rumi

¿Qué puedo hacer, oh musulmanes?, pues no me reconozoo a mí mismo.No soy cristiano, ni judío, ni mago, ni musulmán.No soy del Este, ni del Oeste, ni de la tierra, ni del mar.No soy de la mina de la Naturaleza, ni de los cielos giratorios.No soy de la tierra, ni del agua, ni del aire, ni del fuego.No soy del empíreo, ni del polvo, ni de la existencia, ni de la entidad.No soy de India, ni de China, ni de Bulgaria, ni de Grecia.No soy del reino de Irak, ni del país de Jurasán.No soy de este mundo, ni del próximo, ni del Paraíso, ni del Infierno.No soy de Adán, ni de Eva, ni del Edén, ni de Rizwán.Mi lugar es el sinlugar, mi señal es la sinseñal.No tengo cuerpo ni alma, pues pertenezco al alma del Amado.He desechado la dualidad, he visto que los dos mundos son uno;Uno busco, Uno conozco, Uno veo, Uno llamo.Estoy embriagado con la copa del Amor, los dos mundos han desaparecido de mi vida;no tengo otra cosa que hacer más que el jolgorio y la jarana.

Immanuel Kant

A lo largo de mi vida, dos cosas han llenado el alma con admiración y devoción siempre nueva y creciente mientras más a menudo la reflexión se ocupa con ellas: el cielo estrellado que está sobre mí y la ley moral que está en mí.


Yasutani Roshi

La ilusión fundamental de la humanidad es suponer que yo estoy aquí y tú estás allí.