Este 2012 se cumplen doscientos años de la invasión napoleónica a Rusia. Tal acontecimiento, con profundas consecuencias históricas, fue recogido por el gran novelista ruso León Tolstoi en su libro “Guerra y Paz”. Esta reseña es una invitación a explorar lo que puede considerarse una verdadera enciclopedia del alma humana y desde ahí conocer la figura y pensamiento de este notable escritor.
Napoleón en 1805
perdió su oportunidad de derrotar a Inglaterra en Trafalgar y quizás con ello
ganar la guerra. De ahí en adelante fijaría la mirada en sus enemigos
continentales. Avanzó sin contratiempo frente a Austria y obtuvo su victoria
más destacada el 2 de diciembre del mismo año en Austerlitz, derrotando la
coalición del imperio ruso y austriaco comandado por sus dos emperadores. El
acontecimiento fue tan profundo que cambió el mapa político de Europa. Napoleón
después de aquello, se sentía invencible y prácticamente lo fue.
Siete años más
tarde el Imperio Francés alcanzaba su máxima extensión anexionándose al este el
Gran Ducado de Varsovia. Con esto Rusia sentía amenazada su integridad, cesando
el comercio con la potencia y así dando el argumento para que Napoleón avanzara
más allá del rio Niemen directo hacia Moscú, pues los ingleses en el mar ya le
incomodaban con el bloqueo comercial.
Las estepas
rusas veían avanzar la llamada Gran
Armeé, un ejército impresionante, constituido por 691.500 efectivos (en cuyo apogeo estuvo
cerca de los 900 mil), el mayor ejército conocido en Europa hasta entonces. La
invasión comenzó el 23 de junio de 1812. Los hombres de Napoléon avanzaron
rápido, pues los generales rusos estimaban que el choque frontal implicaría la
inmolación de su ejército en vano. Cuando se generó, carrera a Moscú, un combate
a campo abierto en Borodinó, resultó ser una de las batallas más brutales de la
historia humana, de un carácter aun más trágico que los primeros días
del Somme en la Primera Guerra Mundial. Con grandes pérdidas en ambos lados, a
los rusos solo les quedaba retirarse de la aniquilación.
Su comandante en
jefe Mijaíl Kutuzov ordenaba abandonar Moscú. Napoleón entraba victorioso. Ya
dentro de la ciudad el ejército francés encontró nada más que sombras y
silencio. Atrapada en la nada, la Gran
Armeé vio agravada su situación cuando el adversario decidió incendiar su
propia ciudad hasta los cimientos, despojando a los franceses de la posibilidad
de protegerse del mayor aliado ruso contra sus enemigos, el invierno. Así
comenzaba la desastrosa Gran Retirada de Francia, donde cada paso hacia París
diezmaba tantos hombres por el hambre, el frio y las escaramuzas cosacas, que menos
de un tercio del ejército logró sobrevivir. Esta catástrofe con el tiempo,
generaría un punto de inflexión en el curso general de la guerra contra
Napoleón. Prusia y más tarde Austria, le declaran la guerra, comprendiendo que
el otrora poderoso ejército es sino un fantasma después de la campaña rusa. Bonaparte
será derrotado en 1813 en La Batalla de las Naciones en Leipzig, terminando exiliado
en la isla de Elba. Más tarde volvería en los llamados cien días, el breve epílogo
de las Guerras napoleónicas y el imperio francés.
“Guerra y Paz”.
Quizás como
pretexto sirva esta remembranza para invitar a leer una de las nóvelas cumbres
de la literatura mundial, “Guerra y Paz”. Esta retrata los acontecimientos
descritos más arriba, aunque no preso del ruido de cañones, las cargas de
caballería o las tácticas militares, aquello que gana rígidas estatuas en honor
al llamado heroísmo militar. La obra descansa en cambio en la humanidad de los
personajes, aquellos rasgos que están más allá de las diferencias geográficas o
de época y nos constituyen verdaderamente y sin monumentos, en los
protagonistas del relato. De esta forma, este libro no solo es una invitación a
conocer más sobre la historia del siglo XIX, sino un estimulo a descubrirnos a
nosotros mismos y desde ahí acercarse al pensamiento de su creador, el
novelista ruso León Tolstoi.
Un poco más de
seis años de exclusiva dedicación, desde comienzos de 1863 hasta finales de
1869, hicieron de esta novela un
largo y conmovedora travesía donde el realismo alcanza una cumbre. Si bien su
extensión (más de mil páginas) puede intimidar a cualquiera, podrá ir
encontrando en el camino de su lectura el impulso de una inspirada composición,
cuyo ritmo tiene la fuerza de la vitalidad humana y la profundidad de su propio
misterio, que lo hacen enormemente cercano y de curso tan apasionante.
La novela nos
conduce en las experiencias y costumbres de numerosos personajes de la Rusia
zarista, donde el hombre más sencillo hasta el emperador Napoléon piensan,
sienten y viven los azares propios de la guerra y la paz. De sus páginas brota
una visión tremendamente optimista, que es capaz de dar cuenta de la capacidad
individual y solo desde ahí colectiva, en superar la amargura de la violencia y
la demostración permanente del error del hombre ante la elección del bien y el
mal. Estas ideas construyen el mensaje principal de su escrito.
Tolstoi se centra en la vida de cuatro familias
nobles, donde destacan principalmente Natasha Rostova una hermosa y encantadora
joven perteneciente a una familia aristócrata pero endeudada, cuyos sentimientos
altruistas y puros se vuelcan en una vida de intensa ternura y arrebato tan
propio del carácter ruso. Desde el primer encuentro se enamora de Andrei
Volkonsy un militar recientemente viudo y descontento con la existencia, por lo
que solo vive para perseguir la gloria. Tras ser mortalmente herido en Borodinó
sufre una importante transformación espiritual. Pierre Bezukhov es el heredero de
una enorme fortuna, acérrimo defensor de las ideas de la modernidad. Sus
sentimientos humanitarios y generosos no le permiten encajar en la aristocracia
rusa, sufriendo así enormes decepciones con su pensamiento y quienes le rodean.
Encontrará la redención en el amor de Natasha, al contrario de Andrei Volkonsky
purificado en el horizonte de la muerte.
Otros personajes
en cambio, se muestran perversos y envilecidos por su persecución irreflexiva del
poder, el dinero, la vanidad o el aprovechamiento del débil. Quizás con ello,
Tolstoi nos quiera decir que todos los seres humanos viven en una permanente
búsqueda consigo mismo a través del camino de la guerra o la paz, dos formas de
entender la existencia. Aquello es posible observarlo en lo cotidiano. Por eso,
la Rusia de 1812 no se diferencia mucho a nuestra época: La superficialidad de
los grupos acomodados que viven en una total inconsciencia con la realidad; el
desaliento de los trabajadores cuyas pesadas cargas parecen cada día más
insufribles y asumidas; las intrigas y esfuerzos de los grupos medios para
alcanzar puestos más elevados. Los personajes se manifiestan como nosotros,
alcanzando un grado de humanidad pocas veces visto en la literatura mundial.
Decepción, ira, hipocresía, esperanza, devoción, congoja, miedo, insatisfacción,
nos dominan, se entremezclan, se imponen y nos erigen, nos levantan o nos hacen
caer.
Lo importante en
la obra no solo surge cuando estos personajes conviven, sino cuando reflexionan
y es en estos pasajes donde aparecen los elementos que hacen tan cercano a un húsar
de caballería en el campo de batalla, una noble rusa presentada en sociedad o
un campesino labrando el suelo, con nosotros. Tolstoi constantemente nos
entrega una serie de planteamientos espirituales en boca de estas personas que hacen
eco a cualquier ciudadano del siglo XXI. “Guerra y paz” fascina porque alude a
la esencia humana, comprende los clásicos problemas de todos, llamando así a
reflexionar sobre Dios, el mal, el bien, el amor, la muerte, la pobreza y las posibilidades
de esperanza ante el infortunio.
La consumación
de la historia, que acontece en 1820, es el nacimiento de otra que no podemos
sino vislumbrar. Es la transición del período napoleónico al de los
decembristas, movimiento social de oficiales del ejército contra la Rusia
imperial abrogando por los deseos de adoptar modernizaciones liberales,
derechos humanos, gobierno representativo y democracia. Dolores de parto de una
época más convulsa que vería su nacimiento después de dos grandes derrotas militares
en el siglo XX.
Tolstoi
comprende que la historia surge una y otra vez con la fuerza extraordinaria de
la Vida. Una crisis no termina sino en un nuevo despertar y en aquel origen lo
convulso calma sus ímpetus para crear un nuevo movimiento que perpetúe el
Espíritu. Un mundo viejo se conserva al interior de las transformaciones más
revolucionarias que conllevan siempre la gran decisión que decide el destino de
la historia: Toda crisis es una posibilidad de elección del espíritu humano,
bien para su redención o bien para su caída.
La no-violencia en León Tolstoi
En todo ello, la
principal reflexión de Tolstoi durante la obra es su marcado carácter
antibelicista. Por ejemplo, a quien es considerado uno de los mejores generales
de la historia, Napoleón, le sentencia:
“El espíritu
y la conciencia de aquel hombre eran sombríos, más penosos que los de los demás
actores de aquella obra, y hasta el fin de su vida no pudo comprender el bien,
ni la belleza, ni la verdad, ni la significación de aquellas acciones,
demasiado contrarias a la verdad y al bien, demasiado alejadas de los
sentimientos humanos para poder comprenderlas. No podía renunciar a sus
acciones, elogiadas por medio mundo, y por esto tuvo que renunciar a la verdad
y al bien, a toda acción humana”. (Cap XXXVIII, Novena parte).
Tolstoi se inspiró
para escribir “Guerra y Paz” en su propia experiencia en el campo de batalla.
Participó como alférez de artillería luchando junto a su hermano en el Cáucaso,
tomando parte en la campaña de Sebastopol en la Guerra de Crimea contra
Turquía. Tales horrores penetrarán de forma imborrable en la conciencia del
conde volcada a lo largo de toda su obra literaria y como argumento principal de
su pensamiento pacifista.
Luego de “Guerra
y Paz” escribirá “Ana Karenina”, la historia de un adulterio en la aristocracia
rusa y el rechazo santurrón de esta misma, llevando a la protagonista al
suicidio. Cuando acabó esta novela en 1877 sufrió una profunda crisis
existencial. La sociedad la consideró hipócrita y se lanzó a buscar un sentido
de vida con mayor sabiduría. El conde Tolstoi indagó en las iglesias y las
escrituras, encontrando una contradicción entre el sermón de la montaña de
Jesús y la práctica de las instituciones religiosas. Comentaba “es más fácil
escribir diez volúmenes de principios filosóficos que poner en práctica uno
solo de sus principios”. Decide crear su propia fe y cultivarla.
Se opuso así a
todas las convenciones religiosas y conviertó la no-violencia en la piedra
angular de su filosofía de vida. Desde
entonces se refugió en su hogar en Yasnaia Poliana, arrepintiéndose de su
pasado lujurioso y soldadesco, rechazando su título nobiliario, su riqueza y su
obra anterior. Se consagró de lleno a lo que consideraba el verdadero mensaje
de Jesús: el amor y la no resistencia al mal con la violencia. Se volvió vegetariano, fundó una escuela para
los campesinos donde él mismo enseñó a partir de la pedagogía libertaria, trabajó
junto a ellos en una vida de sencillez y armonía, donde el respeto hacia ellos
mismos y los demás era lo realmente importante. Labró el campo, educó en la
escuela, se dedicó a zapatero y escribió reflexiones morales en un lenguaje que
toda persona pudiera comprender. Este tipo de vida profesó, sin obligar a que
su familia lo siguiese.
Dichas ideas las
expresó en textos maravillosos como “El reino de Dios está en vosotros” de
1890-1893. En él Tolstoi pretende abordar el mensaje sustancial de Jesús en
torno al amor y la no-violencia. Denuncia las instituciones que se creen depositarias
del mensaje de la buena nueva, observando que la Iglesia ortodoxa y el
cristianismo en general, perpetuán el mal en el mundo quedándose más en el
ritual y el dogma, que en el fondo. Las
dos grandes instituciones, la Iglesia y el Estado las denuncia, como
organizaciones permisivas en la prolongación de la violencia a través de la
guerra. Es en el fondo una reflexión moral que tiende a una revolución moral.
Este texto influyó enormemente al entonces joven Ghandi que trabajaba en Sudáfrica
contra la segregación de la minoría india. Con él que tuvo un interesante
intercambio epistolar, donde el joven Mohandas Karamchand se nutrió de sus
ideas, generando en base a la ahimsa, la no violencia, su método Satyagraha, el
“sistema de lucha, resistencia y desobediencia realizadas de manera sistemática
con objetivos ético-políticos y con una dimensión espiritual” que daría la
Independencia a la India y posteriormente influiría a Martin Luther King.
También destaca en
este periodo “Resurrección”, texto donde critica lo absurdo y dogmático que pueden
llegar a ser las instituciones y las leyes. El gobierno, el sistema
penitenciario y sobre todo la jerarquía eclesial es criticada por su hipocresía,
hecho que le valió la excomunión. A pesar de eso, hoy el museo de Tolstoi en Yasnaia
Poliana como menciona Peter T. White para la National Geographic, conserva en
su escritorio un pisapapeles de cristal verde de parte de los trabajadores de una
fábrica de vidrio en Bryansk, gravado con un mensaje: “Deja que los Fariseos y
a los Santos Padres te Excomulguen; El pueblo Ruso siempre te querrá”.
Entre otros escritos
de esta época de enorme valor se pueden encontrar cuentos, diarios y sobre todo
sus cartas a distintos personajes. Una de las más notables es aquella que
escribe el 16 de enero de 1902 al zar Nicolás II. En un tiempo en que ya se
empezaban a sentir las convulsiones que luego se desatarían en 1917, un
extracto de aquella nos retrata parte del malestar imperante:
“Querido hermano: Este calificativo me parece el más
conveniente porque, en esta carta, me dirijo menos al emperador y al hombre que
al hermano. Y, además, os escribo casi desde el otro mundo, encontrándome en
espera de una muerte muy próxima…
…Por la violencia se puede oprimir al pueblo, pero
no dirigirle. En nuestro tiempo el único medio de dirigir al pueblo de una
manera efectiva consiste en colocarse a la cabeza del movimiento del pueblo
que, buscando el bien, combate el mal, de los que huyen de las tinieblas
buscando la luz y de darle los mejores medios para lograr lo que anhela. Y para
hallarse en condiciones de hacerlo, ante todo hay que dar al pueblo facilidades
para que exprese sus deseos y sus necesidades, y, una vez oídos, satisfacer lo
que corresponda, no a las necesidades de una clase, sino a las de la mayoría
del pueblo, a las de la masa del pueblo trabajador…”
Tolstoi se
convirtió así en un personaje público con una serie de seguidores aplicando sus
ideas filosóficas. Los últimos años de su vida estuvo rodeado de ellos, muchos
de los cuales como buenos seguidores, se volvieron vehementes dogmáticos.
Frecuentes en la casa de Yasnaia Poliana no tardaron en enfrentarse con la
devota esposa de Tolstoi, Sofia Behrs. La condesa, 16 años menor que el
escritor, era una madre y esposa cariñosa, pero de carácter, con una marcada tendencia
como diría Francois Porché a regentar.
Frente al cambio
espiritual que debe haber significado el rechazo del mundo por parte de
Tolstoi, esta madre se vio afectada por el nuevo comportamiento de su esposo. Sofía
intentó asegurar el bienestar económico de la familia, luchando para que el
escritor no levantara sus derechos de autor a favor de la humanidad. Se generaron
incontables disputas con los tolstoianos, a quienes creía probablemente unos usurpadores
sagaces que además de robarle, lo meterían en problemas con la policía secreta.
Le llama los oscuros.
Los conflictos
personales entre el escritor y su esposa no se hicieron esperar. Esta trama de problemas llevará a
Tolstoi a abandonar su hogar y morir días después de pulmonía en la estación de
trenes de Astapovo, ciudad que hoy lleva su nombre, en noviembre de 1910. Esos difíciles
momentos están hoy recreados en la película de Michael Hoffman “La últimaestación”(2010) con las notables actuaciones de Helen Mirrer y Christopher
Plumber.
En su lecho de
muerte, el autor de “Guerra y Paz” conminó a los que lo rodeaban “Hay sobre la
tierra millones de hombres que sufren: ¿por qué estáis al cuidado de mí solo?”.
De esta forma se apagó una vida que en varias ocasiones fue contradictoria,
pero que se situó finalmente en la orilla de los corazones bondadosos,
sobrepasando su propia leyenda literaria.
La noticia se
esparció por el mundo. Acudieron innumerables personas a los funerales con
llantos y gritos como se acostumbra en su patria. Pero todo aquel ruido,
terminó en su entierro. Ahí yacen hasta hoy sus restos, cerca de su hacienda de Yasnaia Poliana, a 12 kilómetros de Tula, en
un lugar retirado y solitario en medio de la naturaleza. El camino lleva hasta
un montículo sobresaliente de hierbas, en medio de árboles que ofrecen su
sombra y anidan un sinnúmero de pájaros que libremente trinan al descanso del
que yace y el que visita. No existen señales, epitafios, ni cruces. Tolstoi se
ha convertido en bosque.
Por ello León Tolstoi tuvo razón, la crisis de la
muerte no apaga la vida que continua en la profundidad de aquella diáfana
espesura, y tal como en su novela, aquella vida muchas veces convulsa, como una
guerra, terminó finalmente en paz y en el origen de su leyenda.
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Para saber más.
Tolstoi León; “La
Guerra y Paz”. Se recomienda en Chile especialmente la Edición Andrés Bello,
2001.
Tolstoi León; “El
Reino de Dios está en Vosotros”. Kairós, 2010.
Porché Francois;
“León Tolstoi. Retrato sicológico”. Losada, 2004.
Wiesenthal,
Mauricio; “El Viejo León Tolstoi Un Retrato Literario”. Edhasa, 2010
Parini, Jay; “La
Última Estación en la Vida De León Tolstoi”. RBA Libros 2008
esto no me sirve son consecuencias y causas aca esta mostrando una parte de la novela
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