domingo, 21 de marzo de 2010

¿Qué es Chile? Reflexiones para celebrar este dieciocho: Cualquier cosa, menos las fiestas patrias.

Este comentario nace a partir de una situación concreta. El pasado viernes 11 de septiembre (lamentable fecha para nuestra historia), compartía con el equipo de profesores del colegio donde trabajo un pequeño, muy pequeño ágape. Entre broma y broma me pidieron bailar cueca, y muy en serio, comenté que no sabía.

Una “colega” lanzó una observación, argumentando que no era posible que un profesor de Historia no supiera de aquella virtud. En vez de reenviarle una serie de diatribas y epítetos merecidos, preferí escuetamente mencionar que no veía la relación entre una cosa y otra. Haya sido al paso o no su comentario, revela una actitud cultural, donde supuestamente y a ojos del populacho un profesor de historia debe ser un ejemplo de nacionalidad como supremo valor de su acción docente, he aquí mi respuesta:

Primero, es necesario que me refiera sucintamente sobre la razón de mi vocación como profesor de Historia, y es por el simple motivo que creo, absolutamente, que el conocimiento ES LA VÍA de “salvación” en este mundo, pues al comprender el todo (o la mayor cantidad de sus partes) desde el mecanismo de la vida misma, hasta el complejo accionar del espíritu humano, el individuo se hace uno con la vida. Momento de paz y felicidad permanentes.

Más valorable esto, si se logra compartir con otros, y así contribuir en lo pequeño, en la maravilla de los gestos, en la consecución de un mundo menos ignorante y más sabio, menos violento y más pacífico, más maravilloso y menos denigrante. Creo y soy un convencido que, entre todos los estudios posibles, los históricos son de aquellos que más nos hablan de nosotros mismos, más es posible reflejarnos en aquellos y así aprender más de sus lecciones, para crecer, amar y vivir verdaderamente.Esto como es colegible en forma sencilla, no implica una serie de metavalores impuestos por la sociedad, de los cuales un docente debería ser carne, sangre y espíritu según la opinión de lo establecido. Nada más erróneo, pues hacer creer que un profesor es un santo, es alejar la figura real y simbólica entre los sujetos de la educación (estudiantes-profesores). No soy un santo, ni menos quiero serlo, no soy el mejor profesor de historia ni menos lo pretendo, solo deseo dar lo mejor de mí, con virtudes y defectos, en cada uno de los espacios que me da la vida con mis estudiantes. Soy un ser humano que ríe, se entristece, enamora, tiene sexo, me emborracha -de vez en cuando - me contradigo, temo, no lo sé todo y vivo, así creo por último que la pedagogía es un arte, no una ciencia, como lo trataré en una próxima nota. Como ven, en todos mis argumentos el afán transversal religioso institucional, nacionalista u económico están completamente fuera. Sólo me remitiré al primer punto, del ser chileno para rebatirlo de raíz, por lo que deberé explicar qué implicancia tiene para mí, el nacionalismo y la identidad nacional.

Tras un estudio acabado y no producto de reacciones intestinales, abordaré el problema del nacionalismo a partir de uno de los principales teóricos del origen de las naciones y del nacionalismo, el historiador Hans Kohn (Historia del nacionalismo, Paidós). Sus principales aportaciones al tema consisten en la demostración de que el surgimiento de las naciones implica un fenómeno contemporáneo, en la cual la nación (y el nacionalismo) se definen, nada más, como un sentimiento de ligazón con el estado nacional y por ende una emoción. De ahí que la definición clásica de nación como “una comunidad humana con ciertas características culturales comunes, a las que dota de un sentido ético-político” (RAE) queda completamente caduca.Para no extenderme tanto al respecto solo en los ejemplos de Inglaterra, Alemania y Estados Unidos, donde a pesar de circunstancias diferentes entre si, es posible encontrar un eje estructurador que valida el argumento de Khon ya que en ellas “ la importancia de la letra impresa, de los medios de comunicación y de la instrucción pública que, en manos de las instituciones de un Estado centralizado y centralizador construirá esta nueva pertenencia, esta nueva lealtad religiosa, que es el rasgo central del fenómeno nacional” que construye finalmente y sin desmentidos el fenómeno identitario. (pag 12 en Jacques Gabayet Jacqueton

Análisis de la teoría de Hans Kohn sobre la nación y el nacionalismo). Por eso que todo nacionalismo, “se construyen creando una: historiografía [una] filosofía de la historia, haciendo que cada nación posea su propia interpretación de los hechos históricos, gracias a lo cual no sólo se siente diferente de todas las demás nacionalidades, sino que da a esta diferencia un significado fundamental, metafísico. El hombre siente que debido a su nacionalidad ha sido escogido para determinada misión especial, y que su realización es esencial a la marcha de la historia y aun a la salvación de la humanidad” (idem) . Esto sobre todo en las grandes civilizaciones y es la pretensión a alcanzar en los pueblos subdesarrollados.

El estado en la medida que se constituye como una organización suprema o institución que a través de un orden social, político y jurídico se orienta hacia el bien común, en un territorio determinado y mantenido por una autoridad dotada de poderes de coerción (Hariou, 1980), es en definitiva un constructo cuya base está determinada por el sistemático disicplinamiento de las conciencias individuales y la utilización de, nuevamente, metavalores como la religión, los iconos heroicos, las gestas militares contra otros pueblos y por ende una visión del otro como un distinto-inferior, a partir de la educación pública.Un caso ejemplar es justamente, Chile. De ahí que es indiscutible, por tanto preguntarse sobre la nacionalidad chilena, qué es qué lo constituye y cuáles son los rasgos estructurantes de su identidad. Siempre cuando ofrezco el curso de Historia de Chile (segundo año medio), argumento en la introducción que no solo me interesa que las estudiantes conozcan y manejen los hechos de la Historia de Chile, sino que en ellos interpreten una problema esencial, ¿quiénes somos los chilenos? En la primera clase pido a las estudiantes que piensen a lo menos cinco rasgos o iconos identitarios de alguna nación en específico, y el ejercicio no se hace difícil. Cuando piensan por ejemplo en Estados Unidos surgen rápidamente la Estatua de la Libertad, el Dólar, El Tío Sam, El Sistema capitalista, El “sueño americano”, entre tantos otros. Con Francia resaltan la Revolución Francesa, la Marsellesa, El tricolor, la Torre Eiffel, Napoleón, los Galos. Con Inglaterra la Monarquía, El carácter de isla, el BigBen, el parlamento, Isaac Newton, los anglos y así. Pero ¿qué pasa si hacemos el ejercicio con Chile? Los iconos escasean y nos tratamos de aferrar a verdaderos clichés, algunos sin sentido, surgen frecuéntenme los siguientes elementos: la bandera, el copihue, la torre Entel, la cueca, la empanda, el huaso, el cóndor y el huemul, los mapuches, la teletón, Iván Zamorano, etc. En definitiva, ¿nuestra identidad comienza y termina en la empanada un alimento que no nació en Chile y que además no se come usualmente? ¿En la cueca dos constructos culturales que nunca fueron parte de la cotidianeidad social de Chile? ¿El copihue, el huemul y el cóndor que solo son posibles verlos más cercanamente en los zoológicos? ¿La torre Entel que es un edificio para llamar por teléfono? ¿Los mapuches que son otro constructo simbiótico, que trata de legitimar actualmente como lo válidamente mapuche una síntesis colonial y no lo precolombino y cuya mayoría poblacional además se encontraba en Argentina? Y así.¿Qué es lo que construye nuestra nacionalidad verdaderamente? Pensemos que solo al pasar revista a nuestros vecinos latinoamericanos los ligamos inmediatamente a un elemento identitario especifico y sin errores: Argentina es el tango, Brasil la samba, Venezuela el llanero, Perú los incas y el Tahuantinsuyo. Cuando se presenta a un cantante mexicano en cualquier lugar del mundo como “el artista azteca”, este sea Lucerito, Luis Miguel, Paulina Rubio o quien sea, sale al escenario lleno de orgullo y dicha ¿Qué pasaría si se presentara a Luis Jara o al Beto Cuevas como el cantante mapuche? La respuesta es contundente.

Quien a hablado para siempre y categóricamente sobre la nacionalidad chilena es el historiador y ensayista Mario Góngora, en el clásico “Ensayo Histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX” (libro que doy a leer y que las estudiantes miran con cara de remedio para la tos). Mario Góngora escribe su libro tras la crisis del estado durante la dictadura de Pinochet, y con preocupación identifica que la reducción del estado, implicaría una crisis del sentimiento nacional, pues “A partir de las Guerras de Independencia y luego de las sucesivas guerras victoriosas del siglo XIX, se ha ido constituyendo un sentimiento y una conciencia propiamente “nacionales”, la “chilenidad”. Evidentemente que junto a los acontecimientos bélicos, la nacionalidad se ha ido formando por otros medios puestos por el Estado: los símbolos patrióticos (banderas, Canción Nacional, fiestas nacionales, etc) la unidad administrativa, la educación de la juventud, todas las instituciones. Pero son las guerras defensivas u ofensivas las que a mi juicio han constituido el motor principal. Chile ha sido pues, primero un Estado que sucede, por unos acontecimientos azarosos, la unidad administrativa española, la Gobernación, y ha provocado a lo largo del siglo XIX, el salto cualitativo del regionalismo a la conciencia nacional” (Góngora pág. 73) En Chile el estado ha creado la Nación y al ser este, una emoción, un sentimiento de fidelidad, ha puesto énfasis en sus emblemas que intentan ser reflejo del espíritu identitario y que no hacen sino hacer más palpable una abstracción a todas luces, histórica.

Por eso historiadores en la línea de Góngora ya no llamen a sus recopilaciones Historia de Chile, sino como Sergio Villalobos, Historia de los Chilenos. La identidad chilena tiene como ningún otro pueblo, una base débil, unos pies de barro. Pensemos por último que aquello que celebramos un 18 de septiembre de 1810 es solo la Primera Junta Nacional de Gobierno que se declaró azarosamente tras el apresamiento del rey Fernando VII y su abdicación tras la invasión napoleónica a la península, un sentimiento de fidelidad a la corona. Solo el movimiento golpista de Carrera al año siguiente habla de un verdadero intento separatista, fallido tras la reconquista desde 1814. Si seguimos remontándonos en la historia, el proyecto de O´Higgins, el llamado padre de la patria, era mucho más americanista, que chilenista. Es solo con la Guerra contra la Confederación peruano boliviana y Portales (1836 – 1839) y más aun con la Guerra del Salitre (1879 – 1884) que se forma una conciencia nacional separada de lo americano, donde el estado ejerce gran influencia.

El estado educa en virtudes cívicas, en símbolos. Desde pequeños lo hemos experimentado: nos hace cantar el himno nacional, nos forma y uniforma, nos inventa embustes como los colores de la bandera, (que no son más que los de Francia), nos exalta héroes que entregaron la vida por la patria, pero con diferencias, Prat dio la vida por la patria y la oligarquía, en una guerra de carácter económico, Allende por el pueblo. Cuesta definirnos como chilenos, en la medida que Chile es un constructo. Todas las naciones americanas han tenido una identidad nacional o más bien cultural, que crea en el devenir histórico y a partir de ahí, su organización institucional, un estado: en Perú el estado se creó desde la elite con la plataforma cultural de la identidad incaica, en México desde lo azteca, etc.


Pero en Chile el estado ha creado la nación.El problema se agrava cuando entendemos la razón de por qué se creó este estado. La independencia si bien la entendemos como una explosión coyuntural con las Abdicaciones de Bayona en 1808 o como un proceso a partir de la molestia de las colonias tras las Reformas Borbónicas a partir de 1700, la circunstancia fue conducida por una oligarquía, por una minoría. España no ejercía una esclavitud humillante con las colonias (a excepción de México), así que el alzamiento de Carrera, es más bien un llamamiento de la oligarquía en la lucha por sus propios intereses. 

De ahí que el estado chileno se interesó sobre todo en la educación y la instrucción pública siempre, combate que peleó con otra institución proselitista como lo es la Iglesia.Sin embargo en la revisión histórica de este estado que ha evidentemente creado una nación este ha perpetuado la violencia, la pobreza y la marginalidad de los muchos y cuando presidentes como Balmaceda, Pedro Aguirre Cerda o Allende, intentan que el estado se constituya en un ente social por la sociedad, son derrocados u ignorados.

De ahí que Chile es poco, sino nada, su historia tal vez, una sociedad mestiza que a través de la oligarquía ha creado un estado, una nación que busca con muchas contradicciones el desarrollo económico y la justicia social. Pero más allá no es una cultura, no es un pueblo, no son límites, no son identidades, es un constructo histórico simplemente.Por esto que el 18 se celebre comiendo, tomando y bailando, reventándose. Sobre todo y teniendo en cuenta la falta de festividades que tiene este país chato, pensemos que cuando en febrero el resto de América se retuerce en un trance festivo con los carnavales, nosotros nos recagamos de frio con un festival de la canción empaquetado y mediocre, fome.Por lo tanto cabros, bailen, beban, coman, hagan lo que quieran… porque si. Expando conciencias, pero no bailo cueca y Chile? Viva la Humanidad!!!Ah, y si van a beber, cuídense!!!
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Javier Muñoz S. Sol 23° Virgo, Luna 18° Leo

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A lo largo de mi vida, dos cosas han llenado el alma con admiración y devoción siempre nueva y creciente mientras más a menudo la reflexión se ocupa con ellas: el cielo estrellado que está sobre mí y la ley moral que está en mí.


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